El juego del ángel

Columnistas

En la lucha por recuperar la voz y en la búsqueda de otras voces con las que poder hablar y comunicarse, se instalan numerosas batallas en una tarea nada fácil para el protagonista (David Martín) de “El juego del ángel” de Carlos Ruiz Zafón, el segundo libro de la serie “El Cementerio de los libros olvidados”. Escribe Nora Blok.

En una España (1920-1930), en el lapso entre la rebelión industrial hasta después de las primeras contiendas de la Guerra Civil, escenarios de Barcelona, con un estilo más gótico, oscuro y negro marcados por el misterio y la ambigüedad, la tensión narrativa, a la que se le añade temor y maldad, exhiben la trama global.

Todo comienza con una explícita línea argumental: David Martín, escritor, “recibe la oferta de un misterioso editor para escribir un libro como no ha existido nunca, a cambio de una fortuna y, tal vez, mucho más”. Así reza su contratapa.

Andrea Corelli, “dedos largos y pálidos, labios fríos como el hielo” y “Lux aeterna” (sombra eterna) son los enigmas a desvelar, es decir, descubrir o levantar el velo del tormento que a Diego Martín lo acosa y lo acorrala.

Una historia con una sucesión de incógnitas a las que el protagonista está obligado a someterse encajan en el esquema narrativo gótico, en el que los viejos arquetipos del género: cementerios, páramos desolados y personajes villanos y malignos, fantasmas y ruidos se relacionan con el género de terror.

La trama se va enmarañando cada vez más. Tiene relaciones con la novela predecesora (“La sombra del viento”), pero exige la cooperación de un lector activo para perseguir las pistas que el narrador ofrece y, en todo caso, aquello que queda sin explicación está abierto a la interpretación.

La casa de la torre de la calle Flassaders, vivienda del protagonista, esparce magia y misterios por doquier. En ella, David Martín, exhibe una excitación exagerada de afectos y de pasiones, de pesadumbres y de deleites. Una primera aproximación es que –como personaje gótico-  es un ser perturbado, satánico en un mundo laberíntico y a quien le cuesta explicarse la realidad.

Al revisar su historia, los episodios violentos –traumáticos, sin dudas- desembocan en alucinaciones fantasmagóricas, producto de su esquizofrenia. Pero, en esa casa, varias personas han pasado por la enajenación. Habrá que resolver cuál es la interpretación más acertada.

Sin embargo, dos tipos de mujeres lo hacen transitar por estados de diferente exaltación: Cristina Sagnier e Isabella Gisper. Una de ellas logra su sometimiento; la otra, se ajusta a una serie de normas. Ambas establecen vínculos asomados a diferentes formas de amor. Alguna vez, David Martín repetirá, al respecto, algo oído de Eulalia, una bibliotecaria:” los corazones rotos con tanta rabia solo pueden romperse una vez. Los demás son rasguños”.

En ese largo laberinto de vida que transita se huele el miedo al contacto con lo real y la presencia de variados personajes que completan escenas en un puzzle no perfecto y, en muchos casos, con ausencia de esclarecimientos y presencia de arenas movedizas.

 “El inquilino de mi cerebro” aduce frente al doctor Trías. Una pista para ir a para desembocar en interpretaciones no equivocas y repensar en quién es, en el juego instaurado, ese ángel con las alas rotas.

Un ángel, como lo señala el cristianismo, expulsado del cielo por desobedecer o rebelarse contra los mandatos de Dios. Confinado a la tierra sin posibilidad de retorno. ¿Con quién coincide en esta historia? No es una pregunta retórica.

El desesperado intento de Diego Martín de reconstruirse, con una esquizofrenia a cuestas, que representa la escenificación de una pesadilla que se muerde la cola, el croquis narrativo gótico de esta novela permite transitar sus tres Actos (La ciudad de los malditos, Lux aeterna y el Juego del Ángel), en el complot.

Sin perder de vista las distracciones fantásticas que lo pueblan, pues ellas aproximan al lector activo a una interpretación y sopesando la agonía del escritor, en general, se arriba a un final que, también, se las trae.

En ese laberinto, múltiples lecturas ocurren. Es ir y volver y arrojar a la memoria las pistas ofrecidas para cerrar la historia de un personaje, cuyo párrafo primero  en la novela sea de un valor para no desestimar.

Después de Cervantes, Carlos Ruiz Zafón, es el escritor más leído en todo el mundo. Su saga de El Cementerio de los libros olvidados, que incluye “La sombra del viento”, “El juego del ángel”, “El prisionero del cielo” y “El laberinto de los espíritus” lo muestran como un autor con habilidad narrativa y un lenguaje rico, cuyo nombre está entre los autores más destacados de la literatura contemporánea.

24 mayo, 2021
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