Un mal nombre

Realidad, ficción e imaginación

Continúa la historia entre dos amigas, Lenú y Lila en la segunda novela de la saga de Elena Ferrante. Un análisis de la obra, bajo la óptica de Nora Blok.

Un mal nombre

Por Nora Blok para Realidad, ficción e imaginación de B2000

La segunda novela de la tetralogía de Elena Ferrante, “Un mal nombre” nos introduce en la juventud de las dos amigas, Lenú y Lila, desde la certeza de la voz narradora de interpretar unos viejos cuadernos que les fueran dados.

El procedimiento literario no es nuevo. Pero aquí logra relieve. Aflora la psicología de ambas en una caracterización interior, que permite entender los estados de ánimo, las pasiones, los conflictos y los dilemas que las atraviesan. En la primera parte, la idea de ascenso social las contrapone. Una cree que lo logra con el casamiento. La otra, con el estudio. En la continuación, es posible observar un recorrido sinuoso y áspero por diferentes razones.

Lo que no cambia es lo que las une: la amistad. Hay distanciamiento, hay feroces pruebas; pero ninguna de las dos desiste en saber cómo está la otra. Se ayudan. Se interpelan. Se enfurecen. Se reconcilian.

Las inquietudes no son las mismas y las expectativas son diferentes para trazar sus derroteros desde la juventud a la edad adulta. No asombra, sin embargo, el tinte provocador y desafiante de Lila. Tampoco la prudencia, sensatez y responsabilidad de Lenú.

Es la década del sesenta la que circunscribe las vivencias de una y otra. Lila casada con el charcutero, Stefano Carracci, hace que los bienes de esa familia se desplieguen para que la suya alimente el sueño de crear zapatos originales.

Una relación marital difícil, dotada de una violencia física y verbal, en la que se cruzan “el soy tu marido” y la resistencia de una personalidad compleja e inteligente. Se sostienen por la posibilidad de incrementar sus economías lanzadas hacia fines diferentes.

Transitan ambos desórdenes emocionales; pero ninguno abandona la necesidad de mostrar -en sus vestimentas y otros bienes- la cara de la abundancia a un barrio hostigado por la pobreza.

Los rumores, a pesar de externas evidencias, circulan y hasta son motivo de miradas risueñas por lo que no logran -con dichos populares- eximirse de etiquetas públicas. Es un barrio y a su gente nada se le escapa.

En el alza de los negocios, Piazza dei Martiri es el escenario de variados conflictos. Además del surgimiento de sentimientos encontrados entre otros personajes. La personalidad de Lila los genera; pero ella no desconoce que los triunfos económicos obedecen a su astucia, a su fortaleza y a ese “siempre poder hacer lo que quiere”.

Su irascibilidad la convierte en inimputable. Sabe cómo manejarla en cada una de las situaciones descriptas e incluso su mordacidad con su fiel sombra: Lenú. Una joven que batalla -en sus estudios y en la vida- con el rigor del esfuerzo.

Una existencia diferente. De escasez; es cierto. No obstante, su camino le permite vivir, por ejemplo, el amor de otra manera. Más libre. Consciente de la desigualdad social, sin embargo, accede a aventuras de diferente tenor bien guardadas de la mirada de su gente y círculo más cercano.

El precio de todas ellas le dejan el sabor de alimentar la experiencia; pero –también- de comprender que en las relaciones “están los que dejan y los que saben hacerse dejar”.

Su primer amor secreto, Nino Sarratore, la atraviesa, la torna enajenada, la enoja, la protege, la ilusiona y desilusiona. Es, sin embargo, un motor para que atraviese con hidalguía la ruta de una energía imprescindible en sus estudios.
Ischia es otro escenario de tribulaciones, trances y audacias. Esta vez juntas Lila y Lenú en esa isla, donde se acrecienta el desencadenante de otros entornos -previsibles o no- que dejan al descubierto la necesidad de ahuyentar las próximas heridas.

Lo imprevisible se avecina para Lila y sin dolor opta. Nada la detiene para abandonar lo que supuso la ruta para salir de la miseria. Presa del cansancio grita verdades que nadie cree por aquello de haberse escondido detrás de una máscara bien urdida.

Por la misma razón se vuelca a un nuevo lance y es la comidilla de la gente del barrio que no se sorprende. Acepta lo que viene y deja atrás la opulencia sin reparos ni desórdenes emocionales. Ni su desplegada “locura” -sin límites ni miedo- a las consecuencias que origina.

Por el contrario, Lenú avanza. Éxitos, reconocimientos y unos padres que aun sin entender qué es lo que hace se muestran orgullosos y alardean en el barrio por los logros de su hija. Entre ellos, el fantasma de Lila pervive y la comparación subyace.

Las dos amigas nunca dejan de ser cómplices en la vida de una y otra. En esa extraña fuerza del cariño que las ensambla, por un momento abandonan los resquemores que produjo el distanciamiento.

Esta vez la maestra Cerullo propicia el reencuentro con la devolución de “El hada azul”, tras una prolongada hostilidad de Lenú a Lila. Encuentro donde, una vez más, son distintas por lo que hacen, por lo que lograron, por los fracasos y los éxitos pretéritos y futuros.

Oposiciones que siempre están presentes y por ello las amarra casi tanto como el afecto no dicho; pero si en los actos evidente, a pesar de las desavenencias, de los infortunios callados y experimentados.

Todo un símbolo es la acción de Lila frente a “El hada azul”, un libro escrito a los diez años. La despedida de ambas es sincera y la presencia de Nino Sarratore en la conferencia de Lenú el hilo inesperado para continuar con la historia.
La fuerza dramática de cada una de las situaciones planteadas permite conocer odios, rivalidades, enfrentamientos, distancias prolongadas en el tiempo; no obstante, la potencia de la amistad que dura, a pesar de todo, es el nudo inquebrantable.

Elena Ferrante es hábil en cómo abre y cierra sus historias. Su anonimato ya no es cuestión de descubrirlo. Se conoce quién es (Anita Raja). Si la primera parte permite conocer cómo y por qué son amigas que sueñan con lograr una mejor calidad de vida;en esta segunda producción, es interesante la descripción de la psicología de los personajes (no solo focalizadas en las protagonistas) por lo que son, por lo que hacen, por lo que se atreven, por lo que omiten sin escamotear el plano de la dureza con que numerosas acciones y realidades son presentadas.

20 julio, 2017
594 lecturas
Comentar