Una tierra prometida

Columnistas

En un enfoque más político que personal (aunque este último no está ausente), “Una tierra prometida” contiene las memorias del Presidente de EE: UU, Barack Obama. Es el primero de dos volúmenes, que abarcan su política interior y exterior. Escribe Nora Blok.

 Un relato de sus comienzos -en ese mundo- hasta el 4 de noviembre de 2008, cuando fuera elegido presidente número 44 de Estados Unidos, con el adicional de ser el primer afroamericano en ocuparlo, invita al conocimiento de una gestión.

En medio de corrientes políticas, económicas y culturales desfavorables, un prefacio, siete partes, fotografías y agradecimientos, en ochocientas cincuenta y dos páginas, organizan la estructura de sus memorias, en las que nunca abandona la introspección y el humor, aun cuando su mandato circula por carriles no deseados.

Si bien es cierto que, en su país, referentes como los Kennedy, Lyndon B Johnson o Franklin D. Roosevelt arman y sostienen un idealismo, éste lo sostiene y le hace decir. “La política no tiene por qué ser lo que la gente cree que es. Puede ser algo más”, compare situaciones y personajes y deja en claro que, en todas partes, en este ámbito, se cuecen habas.

Consciente de que las investiduras presidenciales resultan complicadas (desde, por ejemplo, George Washington) se opone a “una guerra estúpida” (Irak), a sabiendas de que pertenece a un país que se inclina más a la acción militar y que descarta cualquier iniciativa que ofrezca el terreno diplomático.

En la campaña, su equipo observa que se está en presencia de la necesidad de cambios y aunque el eslogan de su Asesor de Campaña y posterior Jefe de Estrategia, David Axelroad, le parece “sensiblero”, acepta el “Sí se puede”.
Como Presidente se embarca en el proyecto de salud y, en él, la mirada se focaliza en los proveedores médicos, gestores de los hospitales y aseguradores farmacéuticos, cuyo resultado muestra un escenario conflictivo, una tarea dura en la que no se omiten sorpresas.

Logra, pese a toda la narración de encuentros y desencuentros, con nombres y con la validación de un epíteto: “Obamacare” (que acepta y sonríe) la aprobación de la Ley de Atención Médica Asequible.

En cuanto al Premio Nobel de la Paz, lo considera inmerecido, pero viaja a Oslo. Lo recibe y participa con un discurso noble. Sin embargo, es la anécdota con la gente afuera de su hotel lo que muestra a un hombre agradecido y comprometido con llevar a buen puerto sus principios.

No obstante. “Hagas lo que hagas no será suficiente. Inténtalo de todos modos”, como premisa heredada, lo lleva a mejorar la situación financiera. No desconoce los otros epítetos de Wall Street (“anti empresario”) o el de los progresistas (“amigo de Wall Street”).

A su vez, en su primer mandato, figuras como Sarkozy, Putin, Gorbachov, Merkel son mencionados con una valoración personal. E incluye semblanzas, algunos incidentes risueños (por ejemplo, en China) pues la política exterior tiene sus subordinaciones, no tanto al derecho internacional.

En cuanto a su política exterior, no solo incluye a las personalidades mundiales, sino también a discrepancias manifiestas ente la Casa Blanca y el Pentágono, con el adicional de la presión que despliega el Congreso, la opinión pública y las limitaciones presupuestarias. Son contadas con seriedad y plena de detalles.

Cierra este primer volumen con las acciones contra Bin Laden. Después del 11 –S, en mayo de 2009, prioriza su búsqueda y solicita cada treinta días un informe sobre el avance de su búsqueda. La razón que esgrime: el “dolor de las familias de los desaparecidos (casi tres mil) y una burla al poder estadounidense”.

Autoriza la operación en el complejo Abbottabad (la mejor pista que obtienen después de diez años). “El paseante” (Bin Laden) se transforma en “Gerónimo” (nombre clave) y los SEAL con Bill Mc Raven en pleno control operativo dan muerte al terrorista.

Una operación que se mantiene en secreto. En medio de ella, un episodio con Trump hablan de cómo maneja el estrés de una maniobra que pudo haber salido mal y, sin embargo, sale bien, pues cuenta con gente seria que sabe lo que hace y ahí está la diferencia.

Con aciertos y desaciertos en la vida familiar y en el ruedo político el lector, descubre que sus ambiciones no son sospechosas. Hay principios y una definición que lo acompaña: “Los presidentes tienen el poder de articular una imagen y establecer una dirección para el país; el poder de promover una cultura institucional sana y medidas de rendición de cuentas muy claras”.

Estadista pragmático. Cerebral. Más deliberativo que resolutivo cuenta con un equipo cuyo currículo no desconoce. Cada situación, cada análisis, cada encrucijada lleva a una lectura que invita a la reflexión. Escrito, en tiempos de pandemia, “Una tierra prometida” es el libro más vendido.

 

 

5 abril, 2021
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