Viaje hacía el corazón de la oscuridad

Crónicas / por Hans Schulz

Escribe Hans Schulz, quien presenció el juicio La Escuelita VI, en Neuquén, en un nuevo tramo del juicio por delitos de lesa humanidad. Se centra en la desaparición de Juan Marcos Herman en Bariloche el 16 de julio 1977.

Escenas del juicio Escuelita VI, Neuquén, Julio, Agosto 2019
Hans Schulz

“Había sucedido acá lo que ya estaba pasando en lugares lejanos”
(DellOro, testimonio Juicio Escuelita VI, Julio 2019)

 “Parecía un sueño. Me acuerdo que me acostaba y decía ‘seguro que mañana me despiertan y Juan volvió’. Y no. Al otro día lo mismo.(…) Tengo que aceptar que mi hermano está fallecido pero a veces no tengo la certeza, ese es el conflicto de tener un hermano desaparecido.”
(Horacio Herman, testimonio Juicio Escuelita VI, Julio 2019)

 A modo de Introducción

 Hace muchos años que no viajaba a Buenos Aires. Esta vez, en julio, antes de viajar a Neuquén para asistir al Juicio de La escuelita tramo VI visité el Parque de la Memoria, el Monumento a las víctimas del Terrorismo de Estado que se encuentra en la costanera sobre el Río de la Plata, un rio que  desde la costa y en referencia a estos crímenes se presenta lúgubre y amenazador.  En una de las estelas de hormigón sobre las cuales se inscribe la larga lista de los nombres de los desaparecidos y asesinados lo encontré a Juan. Era un día gris y lluvioso en que el Río de la Plata evocaba su lado oscuro de tumba de aquellos que fueron arrojados a sus aguas desde los aviones. Al día siguiente viajé a Neuquén.

Sentía que después de  más de cuarenta años de su desaparición se lo debía, porque enseño en la escuela a la que juan y sus hermanos asistieron en los sesenta y porque lo conocí a él y conozco a su familia y, porque de una o de otra manera, también conocí a varios de los protagonistas de estos trágicos y criminales acontecimientos,  los perpetradores de la “empresa criminal conjunta” que operó en el país y en países vecinos a lo largo de la última dictadura. Por otro lado era la primera vez que el caso de Juan, junto a otros varios, era juzgado en la región en donde había ocurrido su desaparición.

En mi ciudad el caso también se inscribe en los laberintos de las complicidades, los silencios compartidos y las tensiones entre las cuales se debaten los olvidos y las memorias personales y colectivas de una comunidad pequeña, en la cual, tarde o temprano, todos se conocen. Desde ese aciago momento, en julio de 1977, muchas son las historias que se contaron sin dejar de mencionar el impacto que los testimoniales recogidos en el documental del realizador barilochense Carlos Echeverría “Juan, como si nada hubiera sucedido (1987)” tuvieron sobre esta comunidad. Con su exhaustiva investigación Echeverría hizo lo que ningún juez o fiscal, ni provincial ni federal, se atrevió a hacer en aquellos tiempos, ni siquiera en tiempos posteriores cuando ya habían sido anuladas las leyes de "Obediencia Debida" (1986) y de "Punto Final" (1987). A partir de allí y por largos años todo fue dolor, silencio y versiones que circulaban. 

El caso de Juan, por sus implicancias de secuestro de “amplio alcance”, ya que fue detenido ilegalmente en Bariloche y trasladado en avión al Centro Clandestino de Detención (CCD) “El Atlético”, aparece en las investigaciones de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP),creada por el presidente Raúl Alfonsín en diciembre de 1983 con el objetivo de investigar las reiteradas y planificadas violaciones a los derechos humanos durante el período del terrorismo de Estado en Argentina, y también en el informe final conocido como el“Nunca Más” publicado a fines de 1984. Aparece a partir de las declaraciones de Miguel D´Agostino, último testigo en verlo con vida en agosto 1977 en el Centro Clandestino de Detención “El Atlético” queestaba en jurisdicción del Primer Cuerpo del Ejército y funcionó desde mediados de 1976 hasta fines de 1977.

De no haber existido las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida” tal vez el caso de Juan hubiera llegado a los tribunales muchos años antes. Pero no fue así  y bien vale recordar aquí el comentario del documentalista Carlos Echeverría cuando refiere a que en una conversación que tuvo en diciembre de 1985 con el entonces Mayor Miguel Isturiz, cuyo coche fue reconocido durante el secuestro por una vecina de la familia Herman en Bariloche, éste le comentó que estaba tranquilo y que confiaba en que pronto se promulgaría la ley de Punto Final, lo que finalmente sucedió en febrero 1986. Se paralizaron así todas las causas vinculadas al “despliegue del terror” en nuestra región y los testimonios sobre detenciones, torturas y Centros Clandestinos de Detención, como ser los de “Las Escuelitas” de Bahía Blanca y Neuquén, se hundieron en el dulce silencio impune de los legajos dispersos a lo largo del país. Si no pasaron al olvido fue por la acción de los organismos de DDHH y la valentía de algunos jueces y fiscales comprometidos.

Anuladas las leyes de la impunidad en el país en el año 2005 se inició un nuevo expediente judicial en la jurisdicción de Neuquén  que pasó a la historia como la “Causa Reinhold”, el nombre del que fuera el activo Jefe de la División Inteligencia del Comando de Brigada de Infantería de Montaña VI con sede en Neuquén entre 1976 y 1979. Con los años y por diversas razones de origen judicial la causa original se fragmentó y a medida que pasaron los años sus tramos comenzaron a llevar el nombre de “Escuelita”, en referencia al Centro Clandestino de Detención y tortura que funcionó en el predio del Batallón de Ingenieros 181 de la ciudad de Neuquén, seguidos por un numeral.En este año, junto a otros casos de San Martín y Junín de los Andes y de Bariloche, la causa “Escuelita VI” es la que juzgó el caso de Juan Marcos Herman. La segmentación de las causas ha sido criticada por las organizaciones de DDHH y por fiscales querellantes y víctimas de las causas. En su declaración testimonial, D´agostino, que a partir de sus declaraciones en la CONADEP en 1984 aportó a muchas causas más,  lo manifestó expresamente en Neuquén cuando alertó sobre la impresión general de que los que secuestraron a Juan no tenían que ver con los que lo asesinaron. “Nosotros no hubiéremos llegado a la tortura si otros no hubieran hecho lo que hicieron previamente.”Si bien la querella y también los jueces de la sentencia confirmaron estas vinculaciones les corresponderá a los historiadores ampliar el contexto y unir las partes en una interpretación más comprensiva.

No fue una experiencia menor escuchar los relatos de familiares y testigos en el marco del juicio, es decir frente a los jueces del Estado, frente a los represores que llevaron a cabo el plan de exterminio, frente a los demás familiares de las víctimas y miembros de las organizaciones de DDHH y frente el público presente. Escuchar el relato de los que aún hoy no saben de la desafortunada suerte sufrida por sus seres queridos es un recomendable ejercicio de empatía con el dolor ajeno provocado por agentes del Estado actuando desde el poder como “empresa criminal conjunta” en el marco de una dictadura.

Más de cuarenta y dos años pasaron desde que en una noche de invierno de 1977 un grupo armado se llevara a Juan desde su hogar familiar en Bariloche a un destino incierto. Se sucedieron búsquedas desesperadas, silencios cómplices, juicios incipientes y sus tardías reaperturas, documentales comprometidos e infortunios familiares, en una ciudad en cuya agenda, el olvido pareciera tener un lugar prominente. La primera historia del caso de Juan, es decir su detención ilegal en Bariloche en julio y, su última prueba de vida en “El Atlético” en agosto del mismo año,aportada por el testimonio de Miguel D´Agostino con él que compartió cautiverio, es sin duda alguna el tramo más terrible del viaje hacía el corazón de la oscuridad de Juan y de nuestra propia sociedad. Sin embargo, la segunda historia del caso, es decir la que lleva desde su desaparición en 1977 hasta la sentencia de algunos de los culpables en agosto de 2019, no deja de ser otro tramo de esa misma oscuridad que comprende el silencio, la complicidad política, la indiferencia, la impunidad y el lento y desinteresado accionar de la justicia de una sociedad en que la disputa por las interpretaciones históricas del Terrorismo de Estado y las memorias colectivas en construcción sigue vigente. 

 El secuestro

 Juan Marcos Herman fue detenido ilegalmente después de la medianoche del día 16 de julio de 1977 por una “comisión de detención” compuesta por un grupo de seis personas fuertemente armadas y vestidas de civil que dijeron ser integrantes de fuerzas de seguridad. Según los testigos entre ellas hubo un soldado de uniforme con fusil y bayoneta calada. No existen muchas versiones divergentes de cómose sucedieron los hechos ya que la mayoría coincide en la descripción de los mismos.

En su declaración de julio 2019 en Neuquén,Lahitte, un joven amigo que acompañaba a Juan aquella noche, refiere que estudiaba abogacía en Buenos Aires junto a Juan y que viajó a Bariloche con él para pasar unos días en la casa de la calle Frey.  “Vamos a Bariloche a descansar. Esa misma noche del día en que llegamos fuimos a una peña y Juan comentó que se había olvidado los cigarrillos. ¿Che y esos autos? Dijo al volver. Creo que le llamaron la atención, eso no era habitual. Recuerdo un Peugeot, no recuerdo otros autos. Había señores encapuchados ahí. Estaban armados hasta los dientes, podría decir que eran armas largas, una ithaka tal vez. Fue todo muy rápido. Vi poco porque entramos y de unos golpes me tiraron a un costado. Fue todo muy rápido. Los padres de Juan presenciaron la escena.”Lahitte también realizó una declaración en sede policial en Bariloche el 18 de julio de 1977.

Mientras que la justicia de Bariloche, como escribe el Fiscal Federal Adrián J. García Lois, “sin siquiera haber agotado todos los medios a su alcance tendientes a establecer cuál era el paradero de Herman y, si el mismo estaba o no con vida, paralizó el trámite de la causa a poco de transcurrir el exiguo plazo de aproximadamente tres meses”, el padre de Juan fue entrevistado por Esteban Buch y Carlos Echeverría para su documental, brindando una valiosa y conmovedora declaración para la causa. En la misma refiere que sucedió a las dos de la mañana. “Yo estaba dormido, mi señora andaba todavía trajinando por la casa cuando tocan timbre. Como yo soy médico no es raro que haya llamadas o gente que viene así en forma impestiva. Mi señora salió y abrieron bruscamente la puerta la encañonaron con una pistola y atrás de esa persona entraron cinco personas más con las caras tapadas con bufandas, entraron y después entró un soldadito con uniforme con un fusil con bayoneta calada yo eso no lo vi porque estaba dormido y pensé que estaban jaraneando algunos amigos pero después la oí gritar a mi señora y me levante. Y me encontré con esas seis personas en mi casa más el soldadito y me ordenaron violentamente que me sentara en uno de los sillones y me preguntaban por un señor Juan Carlos. Yo les dije que en mi casa no había ningún Juan Carlos y que tenía un hijo que se llamaba Juan Marcos... si, si, Juan Marcos y esperaron 5 a 10 minutos y mi hijo volvió, lo palparon de armas lo pusieron en un rincón de cara a la pared y al amigo lo mismo y le dijeron largá la pastilla. ¿Qué pastilla? no tengo ninguna pastilla. Y se lo llevaron y que le iban a hacer unas preguntas y que rápidamente iba a estar en casa.”

En Bariloche, una vez ocurrido el secuestro, comienza la búsqueda que también se traduce en denuncias a la policía y visitas a las dependencias del ejército. Existen en la Unidad fiscal de la localidad copias parciales del expediente del año 1977, caratulado “HERMAN, Juan s/dcia.”, del registro del Juzgado en lo Criminal y Correccional N° 2, IIIa. Circunscripción Judicial. El expediente se origina en la denuncia hecha el día 16 de julio de 1977 por el padre de Juan, el Doctor Juan Herman, ante las autoridades de la Unidad 14ª de Bariloche de la Policía de la Provincia de Río Negro. La denuncia confirma los dichos cuando detalla que el padre de Juan  da  cuenta del hecho ocurrido la madrugada de ese día “en el interior de su morada, por parte de un grupo de personas que vestían de civil, algunos con pasa montaña y que se cubrían el rostro y portaban armas de fuego cortas y largas”. Allí también dice que el padre de Juan declara que “en el grupo existía un ordenamiento en cuanto a disciplina, por cuanto uno de ellos era el que los guiaba”.  La declaración continúa diciendo que “dicho grupo procedió a reducir a su descendiente, lo requisaron, lo colocaron contra la pared y se lo llevaron bajo la indicación de que le iban a realizar algunas preguntas. Agregó el denunciante que los secuestradores no se fueron sin antes espetar “nosotros no vamos a venir de Buenos Aires al pedo”. Continuó relatando el denunciante que la comitiva se retiró junto a su hijo, previo cortar los cables telefónicos de la vivienda, a bordo de dos vehículos marca Ford de color azul con patente de la provincia de Mendoza. El Sr. Herman culminó su denuncia solicitando expresamente la práctica de averiguaciones tendientes a dar con el paradero de su descendiente.”

El mismo día el Comisario Néstor D. Marchetti estimó que el suceso expuesto en la denuncia constituía un hecho ilícito, de modo que decidió darle intervención al Sr. Juez penal de la zona, el Dr. Dardo Ismael Sosa, con conocimiento del Sr. Procurador Fiscal.En cuanto a estas diligencias realizadas en esos terribles meses por la familia de Juan en Bariloche, en su declaración en julio 2019 frente a los jueces federales en Neuquen, Horacio Herman, hermano de Juan, comentó: “Mis padres recibieron todo el maltrato del juez cuando hicieron la denuncia. Me alegro que haya juicio y condena”.

Por otro lado la transcripción de la denuncia no difiere de las versiones que incluye el documental de Echeverría de 1987 y de las declaraciones realizadas frente a los jueces en Neuquen en 2019 por partede su hermano Horacio Herman y de Lorenzo Lahitte, el acompañante de Juan en aquella aciaga noche. El diario Rio Negro también informó sobre el hecho en su momento con detallada precisión bajo la categoría de denuncia policial, insinuando con un dejo de inexplicable ingenuidad política, que se podría tratar de “un delito común encaminado a obtener un rescate dada la posición económica de su progenitor.

Para la familia los años que siguieron fueron un sendero de padecimientos, incertidumbres y peregrinajes que los llevaron por juzgados, comisarías, cuarteles militares e iglesias en busca de una noticia sobre el hijo desaparecido. Si la desaparición forzada es considerada un delito continuado, porque sus efectos siguen incidiendo en la familia y en la comunidad a lo largo del tiempo, bien vale citar aquí las palabras pronunciadas ante los jueces por Horacio Herman en Neuquén: "Creo que mi madre enloqueció. Mi madre tomaba pastillas, tomaba alcohol. Se golpeaba la cabeza contra la pared, como que el dolor era tan grande que se le hacía insoportable la cotidianeidad. Mi padre falleció de tristeza. Vivió hasta los ochenta años y estaba senil. Venían los amigos y me decían 'ay, qué dolor ver así al doctor que fue tan brillante', y a mí me alegraba, porque cuando mi papá perdió la cabeza, dejó de sufrir".

 “El Atlético”

 En Bariloche Juan desapareció dejando algunas huellas que la Justicia no investigó. En el marco de la dictadura las averiguaciones sobre delitos que venían de la mano del poder no prosperaron. La última señal, la última prueba de vida, llegó de la mano de Miguel Ángel D´Agostino, víctima de secuestro, tortura y desaparición, que por algunas semanas compartió una celda con Juan en el Campo Clandestino de Detención “El Atlético” en el invierno de 1977. D´Agostino declaró ante la CONADEP y en algunas causas más. En Neuquén, en el marco del juicio la Escuelita VI, lo volvió a hacer. He aquí la transcripción de algunos fragmentos de su declaración, un relato en primera persona que vale la pena leer con atención. “A mí me detienen el 2 de julio de 1977. Era muy joven, estaba en la secundaria. Me llevaron al “Atlético”. La vida en esos lugares se jugaba con parámetros que no tienen nada que ver con los de aquí afuera, en primer lugar calcular el día, la noche, la tarde. Todo era irregular, no había luz natural permanecía tabicado, encapuchado. A Juan lo conozco cuando lo introducen a mi tubo – allí las celdas las conocíamos como tubo – todo ahí tenía un nombre sustituido. El tubo es fácil de describir porque estaba vacío de cosas. Era un espacio de aproximadamente un metro sesenta por un metro ochenta. Había dos camas (cucheta), una reja hacia el pasillo y una mirilla pequeña donde pasaba un cigarrillo que se abría de afuera. (…) La fecha aproximada en que llega Juan debe ser el 18 o 19 de julio porque recuerdo que mi mamá cumplía años en esa fecha. Abren la puerta de la celda, abren un candado, nosotros siempre teníamos que estar con el tabique puesto, Lo introducen sin mediar palabra de los guardias... yo no sabía quién estaba entrando. Cierran la puerta con candado y Juan pasa a ser mi compañero en este cautiverio a lo largo de más o menos un mes. Yo tenía 18 años y el 22.

Hasta el 15 o 16 de agosto compartimos ese espacio.  Yo usaba el camastro de arriba y él el de abajo. Nuestras voces eran susurros, permanecíamos mucho tiempo acostados. Atontados semidormidos,semidespiertos. Él me dice que es Juan. (…) Al principio tuve desconfianza, pensé que era alguien a través del cual me querían sacar información. (…) Cuando adquiero la confianza empezamos a intercambiar palabras y me dice que se llama Juan Marcos Herman y que su apellido se escribe como hermano, pero sin la o. Me cuenta que venía de Bariloche y que había llegado en avión. Juan tampoco sabíadónde estaba y yo no tenía tampoco mucha precisión... le dije que no estábamos en la ESMA ni en Campo de Mayo, que estamos en un lugar de la Capital o del Gran Buenos Aires. Estaba sorprendido que se encontraba en ese lugar. Estaba desconcertado. No le habían dicho absolutamente nada y, por otro lado, nada que le dijera un miembro de la represión era creíble. Yo también le digo mi nombre y mi apellido, le enseño la convivencia con el sistema represivo del lugar que yo ya había aprendido y le cuento los cuidados que había que tener. Hablamos de la vida personal (…), de nuestros hermanos,  de las comidas preferidas, de las casas que teníamos, de la expectativa de vida, esos eran los temas concurrentes. (…) Él me hablaba de los dulces de la chacra del Bolsón. Él era de Bariloche pero tenía una vinculación con el Bolsón, con una chacra. Hablaba de los dulces que hacia la familia. Y que cuando fuera a Bariloche a visitarlo la podía conocer.

También me relata del viaje en que lo trajeron con mucho desconcierto, me cuenta que el avión había hecho una o dos escalas. Por lo menos una escala hizo. No era un avión comercial y era de escasas dimensiones. Me lo va describiendo y yo trato de imaginarlo. Lo vi a través de su relato, ya que el que también lo estaba imaginando, porque estaba encapuchado y esposado. Recuerdo que me cuenta que le hacen el chiste de que lo iban a tirar y que en una escala sube y baja gente y que cambia la cantidad y las personas que están. Me cuenta que lo secuestraron en Bariloche y que permaneció dos noches ahí y que comió la comida de sus captores. Que estaba él y sus guardias y que había hecho un camino corto de su casa a ese lugar que en parte era de ripio.

Con respecto a la tortura yo no escuche de Juan que le hubieran aplicado algún tipo de tortura como picana eléctrica, submarino, quemadura de cigarrillos uotras versiones de la tortura física y psíquica que se aplicaba allí.  Si golpes, cachiporrazos cadenazos y creo que la característica del peor sufrimiento de juan fue por su condición de judío. Dentro de este sistema carcelario represivo nosotros teníamos sustituida nuestra identidad éramos letra y número, yo era K35 y no recuerdo la de Juan.Un grupo de guardias tenían identificados a los judíos, había muchos represores que profesaban la ideología Nazi y al judío lo trataban de una manera muy particular. Como había otros que se ensañaban con los del ERP o con los Montoneros por alguna historia personal En la arqueología del sitio se ha encontrado en el interior de una gorra de policía el símbolo nazi y en birome soy Nazista.

Me parece que él era más ingenuo que yo, quizás porque yo sabía que era un militante político y él no me lo estaba diciendo.Pensé que por ahí este muchacho está acá de casualidad y era uno de los tantos “enemigos de la dictadura”.  Nunca hablamos de militancia. Solo sé que estudiaba derecho y que tenía la hermana en buenos Aires. Sabía que él no tenía que ver con mi militancia. No era parte de la estructura política que yo integraba. Amí me sacaban muchas veces para interrogarme, para saber si podía identificar a otros como militantes políticos. El no parecía estar preocupado por saber porque estaba ahí. Él no estaba preocupado por estar atento y a Juan no lo sacaban como a mi cada tanto a preguntarle si conocía a Pedro o a Luis. En ese momento su pertenencia a ese lugar no estaba vinculada a un militante que estuviera secuestrado o a una interrogación necesaria para sacarle información. Estaba en un lugar de 24 celdas que ocupaba el final  que con el tiempo y con la información pudimos averiguar que era un sector de un destino final.

En una oportunidad vienen a abrir la puerta de la celda y pienso que me van a interrogar nuevamente porque cada vez que detenían a algún estudiante secundario miembro de la agrupación a la que pertenecía me volvían a interrogar. Me llevan a un nuevo tubo en donde había dos hombres más. Ya llevaba 45 días secuestrado y empezamos a presumir que se estaba organizando un traslado. Después de 24 horas me vuelven a trasladar a otro tubo y vuelvo a estar solo. Para la noche notamos que se armó un trencito de personas de esos que van agarrados con el hombro del que va adelante y sentimos las cadenas y el rozar de los tobillos, un ruido de cadenas rozando el piso. Y ahí nos damos cuenta que el traslado estaba ejecutándose.

Las connotaciones de un traslado eran terribles, era saber que se abría una puerta a una nueva etapa. Se generaba un silencio absoluto. Yo creo que hasta los propios asesinos, si algo les quedaba de humanidad, en ese instante se les hacía presente la muerte. Se sentía, aunque estaba esa voz de los represores que decía que se iban a un penal en el sur o a una granja recuperadora al Chaco, pero ya estaban dando señales que se iban y que se iba un grupo. Percibo que Juan esta en ese traslado. Yo paso de una celda a la otra, estoy solo. A la noche este grupo de personas trasladadas ya no estaba y esto se evidenciaba en el reparto de comida. Y luego viene el desconcierto, la reconstrucción delo que había sucedido...¿Y Daniel?¿Y Juan? No están. Y Ana No está ¿no estará en otro sector?  Dentro de ese marco de gran incertidumbre Juan se fue en ese traslado.

Estuve en ese lugar hasta la noche del 30 de septiembre y en la calle el 1ero de octubre de 1977. Un tiempo después identifiqué el lugar que fue demolido por el avance de la autopista 25 de mayo. Con el tiempo también tuve la intención de encontrar a algún familiar de Juan.En 1978 no sabía del sitio. No tenía este relato. Estaba muy paranoico.Llamé a la hermana y le dije que la quería ver. Cuando voy estaba lleno de policías, me escucharon, pensé en mi paranoia, y no fui. Después viaje a Bariloche. Tuve una oportunidad y fui a ver a la familia, en agosto de 1980. Ahí conocí al Doctor Herman y a Matilde, su mujer. Le di señales de su hermana arquitecta, de su otro hermano, de su chacra en Bolsón  para reforzar que había estado con su hijo.  Yo no sé si se quedó tranquilo. Yo le quise trasmitir que Juan había estado con vida conmigo en una celda en Buenos Aires. Que no sabía si estaba muerto o vivo.  Que lo habían trasladado. En ese momento yo pensaba que era el único sobreviviente, estábamos en dictadura. En democracia volví a acercarme a la familia y doy mi testimonio en CONADEP y también se me acerca gente del CELS. No existe ningún otro testimonio, no se le vio en ningún otro lado más. Si yo estoy acá es porque Juan no está acá.”

 El documental

 Existe también un documental paradigmático, “Juan, como si nada hubiera sucedido” del año 1987, dirigido por el documentalista barilochense Carlos Echeverría y en el que interviene también como intérprete-investigador de ficción el por entonces joven periodista Esteban Buch.Una registro de época, un documento invalorable que a partir de la desaparición de Juan retrata la ciudad y sus complicidades. Realizado al calor de los primeros años de la democracia, en pleno “show del terror” y con la “mano de obra desocupada” todavía en las calles, la película aportó documentación probatoria de los años criminales y reflejó los desgarros sociales y políticos que había provocado en la población y en el tejido institucional de la Argentina el accionar del terrorismo de Estado. Vistos en retrospectiva, es difícil poder imaginarse a los entrevistados implicados en la desaparición de Juan Herman, sentados en el banquillo de los acusados muchos años después. Tal era el grado de impunidad en que vivían en aquellos años.

Si “mirar una imagen es el fin de la inocencia de la visión” no hay duda de que este particular documental le hace honor a la sentencia. Son las relaciones entre la palabra dicha y la imagen íntima las que lo convierten en documento único de la desdicha criminal que fue la dictadura. “Si esto fue hecho de afuera hacia adentro de Bariloche a uno se le escapan muchas cosas”,dice uno de los entrevistados, “lo lamentable es que sucediera acá, en Bariloche, algo así”. Bariloche como paraíso turístico en donde nunca pasa nada.

A lo largo del último juicio en Neuquén, el pasado documentado por el registro fílmico volvió a ser reinterpretado como evidencia probatoria para la reconstrucción jurídica y, es interesante observar, como los contextos políticos e institucionales junto a las biografías de todos los  protagonistas de aquella etapa histórica, han cambiado en forma radical. Los otrora poderosos, que en el documental se manifiestan todavía soberbios y convencidos de su accionar al margen del derecho, saben ahora que, a excepción de una decreciente minoría, la historia y la memoria colectiva no les guarda el lugar que alguna vez ansiaron tener. 

En ese sentido el documental también refleja tres de los cuatro relatos en danza que el historiador Pablo Scatizza detalla en su libro “El Comahue violento, Dictadura, represión y juicios en la Norpatagonia Argentina”, relatos que volvieron a manifestarse a lo largo de los juicios Escuelita en Neuquén: el relato por parte de los militares de la necesidad de reconstrucción de una sociedad destruida por el accionar de la subversión, el de la teoría de los dos demonios, es decir el de la intervención militar como respuesta a la insurgencia guerrillera y, finalmente, el del terrorismo de Estado, asumido por los realizadores del documental.  

Frente a la contundencia institucional de un juicio el documental también muestra las debilidades y los fracasos de los registros fílmicos frente al peso del testimonial jurídico. Todo aquello que se perdió en el largo camino que medió entre el delito cometido y su juzgamiento definitivo muchos años después se puede leer en la frase de Horacio Herman cuando al final de su declaración se lamenta de que no se pudo saber lo que ocurrió “porque no se pudo investigar en el momento en que se tenía que haber investigado.¿Podrían haber respondido los militares entrevistados con la misma desafectación e impunidad a los fiscales de un tribunal?  ¿Podría haber mostrado el jefe del aeropuerto de Bariloche la misma voluntad negativa en informar sobre planes de vuelo y aviones en el aeropuerto frente a la inquisitoria de un juez? Los mismos realizadores expresan esta frustración cuando en un segmento del documental el intérprete-investigador declara: “La justicia no logró dar con un solo oficial que actuaba en mi ciudad en 1977.  Yo di con todos ellos ¿qué me queda por decir? En otro segmento vuelven a insistir sobe la importancia de la justicia: “La justicia recibió todo pero no avanzó, las pistas no fueron seguidas, la mayoría de los militares no fueron localizados, el expediente fue de aquí para allá”.

Además de la documentación que se convertiría en evidencia probatoria en los juicios, como las contradicciones entre los perpetradores y las declaraciones comprometedoras de los mismos, el documental también recupera la historia personal de Juan, cómo fue su niñez, la relación con su familia y quiénes eran sus amigos. De esta maneraingresa en las biografías personales de la familia y sus allegados, trazando una radiografía íntima de sus miedos, sus incertidumbres y sus anhelos. Finalmente esta trama familiar se convertirá,a través de la investigación de un caso paradigmático para la región,en una radiografía imperfecta de los silencios y las fragilidades de los vínculos que se tejen el interior de la misma ciudad.

Mi ciudad sigue la vida de siempre”, narra una voz en off del documental, “ha abandonado a su hijo desaparecido, no le importa si se hizo o no justicia, no le importa que los asesinos de juan convivan con nosotros. Ha borrado su memoria. No teme que a sus próximos hijos les ocurra lo mismo. Mientras tanto Matilde, la madre, ante la pregunta de¿Cómo podrías contar como es que a uno le desaparezca un hijo? Contesta:“Y no sécómoexplicarlo, no tengo ni idea, como nunca hablo.  Mi esperanza es de que Juan vuelva vivo, eso es lo que espero todos los días, de que aparezca un día en casa, eso es lo que espero todos los días.”Matilde y su marido murieron y Juan no volvió. Y los militares y policías “se abroquelaron para no dar información”, como expresó Horacio en Neuquén.

 El juicio

Asistir a algunas audiencias del juicio no deja de ser un ejercicio intensivo de reflexión ciudadana y comprensión histórica ya que Jueces e historiadores comparten un mismo interés en llegar a la verdad. El juez y el historiador, escribe Paul Ricoeur en “La memoria, la historia, el olvido”, “están adiestrados para detectar lo falso; son, en ese sentido, "maestros de la sospecha”". Un juicio, por otra parte, reconstruye los acontecimientos históricos y genera memoria pública. La justicia de los tribunales crea evidencia, pruebas testimoniales, e intenta explicar lo sucedido, mientras que los historiadores analizan las pruebas dentro de contextos de interpretación más amplios que completan la evidencia. A los jueces les incumbe un veredicto, dirá Ricoeur, mientras que el historiador y los ciudadanos seguirán revisando el pasado.  La reescritura es incesante.

Así lo demostró este tramo VI de los juicios “Escuelita” en Neuquén, una especie de cierre regional incompleto del caso de Juan que, a partir de la “Causa Reinhold”, pudo demostrar la profundidad y las ramificaciones del proceso represivo en la Patagonia. A través de un recorte temporal y espacial Escuelita VI también aportó evidencia sobre el circuito represivo de aquella época en este sector de la Patagonia al que los militares,al zonificar el teatro de operaciones nacional,designaron como Zona 5, área 2. También demostró, a través de los testimoniales de los sobrevivientes y sus familiares, que el fenómeno criminal fue mucho más amplio, ya que en palabras de la fiscalía “cada víctima representa la totalidad del fenómeno represivo” en cuanto a fuerzas coordinadas intervinientes y los desplazamientos en la geografía del país. ¿No fue acaso Juan llevado en avión a Buenos Aires? ¿No fueron acaso los secuestrados en el Alto Valle y en San Marín de los Andesllevados a Neuquén, Bahía Blanca y Puerto Belgrano? ¿No pasaron acaso por comisarias, destacamentos de Gendarmería y Centros Clandestinos de Detención que funcionaban en dependencias de la policía, el Ejército y la Marina? ¿Cómo terminó una docente de Junín de los Andes en una dependencia de la Armada de Puerto Belgrano?

Son los juicios los que han ayudado a reconstruir el funcionamiento detallado de las Comunidades de Inteligencia y la lógica represiva del Terrorismo de Estado en la región, actuación amparada por la doctrina de Seguridad Nacional, filosofía política nacida al calor de las luchas de descolonización y las guerras revolucionarias en el marco de la Guerra Fría. El proceso también remarcó la importancia de la labor de inteligencia. La inteligencia señalaba los blancos divididos por categorías de peligrosidad que luego eran secuestrados y torturados en los CCD. La información era fundamental y la labor de inteligencia una herramienta imprescindible y previa como para llevar con éxito la lucha contra la subversión, de allí la importancia de la División Inteligencia del Comando de Brigada de Infantería de Montaña  VI con sede en Neuquén. 

El Juicio también dejó en evidencia el circuito represivo regional en tanto “dispositivo represor”, es decir en cuanto a la articulación de actores, instituciones, instalaciones clandestinas, dependencias policiales, destacamentos militares, corpus normativo y reglamentaciones que estuvieron en funcionamiento durante los años investigados para actuar sobre la sociedad civil.A partir de los testimonios es difícil negar lacoordinación que existió entre todas las instituciones de seguridad regionales y su nivel de vinculación. Como explicó el fiscal de la querella en el tramo final del juicio: “en cada juicio debemos explicar cada caso pero la mirada debe hacerse en un contexto regional de todas las fuerzas en el plan criminal. Los secuestros son parte del resultado final, el plan segmentaba el accionar para que nadie se sienta responsable por el total.  Estamos juzgando un tramo de este delito es decir la génesis de lo que hoy es una persona que todavía estamos buscando. El comienzo del proceso. Nadie puede invocar desconocimiento, obediencia debida o que se trate de procedimientos legales.El secuestro fue parte del plan común de combatir la subversión, un plan criminal con reparto de funciones. Se trata de decisiones colectivas que se entrelazan, no son decisiones individuales”.

En cuanto a la responsabilidad individual la querella destacó también la disponibilidad hacia el hecho por parte de las fuerzas represoras, es decir la empatía ideológica respecto a cometer estos hechos y el celo y entusiasmo demostrado en el cumplimiento del deber. En cuanto a dos ejes que quedaron claramente visibilizados en este proceso la querella destacó la desaparición de Juan y los padecimientos del exilio de otras de las víctimas.

En cuanto a los relatos en pugna y, al igual que en los juicios anteriores, la defensa volvió a esgrimir la teoría de los dos demonios y la respuesta a la agresión guerrillera acusando a la querella “de querer esconder la existencia de una guerra revolucionaria entre 1959 y 1980”. Este planteo extemporáneo que intenta llevar la causa del campo jurídico al campo histórico y político no deja de ser interesante y merece un debate aparte ya que refleja la opinión de un sector minoritario de nuestra sociedad. Ningún historiador puede negar hoy la existencia de una guerra revolucionaria en el marco de la Guerra Fría ni la existencia de propuestas revolucionarias y reformistas en el campo de la economía y la política en las décadas previas al golpe del 24 de marzo de 1976.Basta con hojear las revistas publicadas por los movimientos guerrilleros. Sin embargo nadie puede negar hoy que a partir de los decretos de aniquilamiento del año 1975 el Terrorismo de Estado, como plan sistemático de represión, detención ilegal, tortura y desaparición forzada, fue aplicado a lo largo de toda la geografía Argentinahasta el final de la dictadura en 1983.La apropiación de menores como práctica sistemática de terrorismo de Estado, incluyendo secuestro de embarazadas, partos clandestinos y asesinatos, fue tal vez una de las practicas más perversas de la dictadura argentina. Un caso que atañe a la Zona 5 es el caso del bebé del matrimonio de Graciela Romero y Raúl Metz, secuestrados en Cutral Co en 1976, que nació en abril 1977 en cautiverio en el centro clandestino de Bahía Blanca, también llamado “La Escuelita”. La madre fue asesinada y se desconoce el paradero del bebe.

Lo que se ha juzgado en los juicios Escuelita de Neuquén son estas prácticas genocidas desde el poder a partir de un universo paradigmático de casos, como el de Juan, no el contexto histórico político en el que se llevaron a cabo. Ese debate les corresponde a los historiadores. Los procesos judiciales aportan información precisa sobre casos relevantes que ayudan a reconstruir la historia. Un ejemplo fueron la interminable serie de juicios que se llevaron a cabo en Alemania una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, juicios que todavía se llevan a cabo en la actualidad. Podemos agregar además que frente a la ciudadanía y la necesidad de “verdad histórica”, una consigna tantas veces esgrimidapor los perpetradores, estos últimos no han realizado aún la contribución necesaria de romper el silencio autoimpuesto sobre los crímenes por ellos cometidos. Mal puede contribuir al debate aquel que se niega a aportar información y no se somete a las reglas de la ciudadanía democrática.

La sentencia

El miércoles 11 de septiembre el Tribunal Oral Federal de Neuquén (TOF) dictó sentencia. El 10 de octubre se conocerá la sentencia completa y sus fundamentos. Oscar Reinhold, jefe de Inteligencia del Comando, ya sentenciado en otras causas, fue condenado a 11 años de prisión efectiva;Néstor Rubén Castelli, interventor de Río Negro y responsable de la Escuela Militar de Instrucción Andina de Bariloche, ya sentenciado en otras causas, fue condenado a 11 años de prisión efectiva. En cuanto a los ex integrantes del destacamento de Inteligencia 182 de Neuquén, Sergio San Martín fue condenado a siete años y Jorge Molina Ezcurra y Jorge Di Pasquale, a seis años.Por otro lado Marcelo Fernando Zárraga, interventor de Roca, integrante de Inteligencia del Ejército en Bariloche y luego del Comando en Neuquén fue condenado a 5 años y el gendarme Emilio Sacchitella, comandante de Gendarmería en Junin de los Andes, a cuatro.El ex integrante del Destacamento de Inteligencia 182 de Neuquén,Carlos Benavídez, fue condenado a 3 años en suspenso. Este último fue el único condenado que asistió al juicio en forma personal, los demás lo hicieron desde Comodoro Pi en videoconferencia y desde prisión en el caso de Di Pasquale.

Una vez leídas las condenas, Inés Ragni y otras madres de desaparecidos reclamaron a viva voz: "Las madres de Neuquén y el Alto valle no sabemos qué es lo que ha pasado con los hijos que nos faltan:se fueron de este mundo sin saber que la justicia era cierta".Como declaró el fiscal de la querella en Neuquén unas semanas antes: “Ninguno de los imputados ha roto el pacto de silencio, nadie nos ha dicho, por ejemplo, que pudo haber pasado con Juan Herman. Es inadmisible que no lo supieran.

Hans Schulz
Crónicas / B2000
Fotografías y transcripciones del autor
Ilustraciones/retratos Ailin Schulz Jones 

19 septiembre, 2019
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